En la sociedad actual, cada vez son más frecuentes los trastornos de conducta en la infancia. Los pediatras suelen preferir las terapias suaves, como los complementos alimenticios con Omega-3. (1)
El desarrollo y maduración infantil, tanto desde el punto de vista físico como emocional, comporta una serie de procesos de adaptación a su entorno. Generalmente esta adaptación se acompaña de conductas relativamente predecibles. Sin embargo, un grupo de población pediátrica lo hace siguiendo estilos cognitivos y conductuales diferentes que no encajan en los esquemas actuales, caracterizados por una gran exigencia hacia la infancia (alto rendimiento en la escuela, múltiples actividades extra-escolares y poco tiempo para disfrutar del juego y de su familia). En los últimos años se observa un increible aumento de niños diagnosticados de Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), ignorándose su verdadero alcance (cuántos niños con este patrón de conducta que no llegan a ser diagnosticados) (1).
Los niños con TDAH generalmente, cuando empiezan a andar lo que hacen es correr “como si tuvieran un motor dentro”, refieren algunos padres. En sus inicios escolares tienen problemas con la lectoescritura, las matemáticas y en general las habilidades que requieren un esfuerzo de concentración más prolongado. Suelen ser personas creativas, con gran iniciativa, pero que se distraen con facilidad, les cuesta mantener la atención, son impacientes (le cuesta esperar). Buscan contínuamente estímulos nuevos y realizan simultáneamente diversas tareas, comenzando una sin haber finalizado la anterior. Son impulsivos, con tendencia a decir lo primero que se les pasa por la cabeza, sin tener en cuenta la oportunidad o lo apropiado del comentario. Tienen una percepción diferente de la realidad, mintiendo con regularidad e intentando manipular a los de su alrededor para conseguir sus objetivos. Pueden tener arranques de ira y sufrir insomnio. Presentan dificultad para organizarse y se sienten desadaptados, con problemas para desenvolverse a través de los cauces establecidos, siguiendo el procedimiento “adecuado”, con sensación de no lograr los propósitos, de no alcanzar los objetivos. Tienen tendencia a preocuparse innecesariamente de forma interminable, con sensación de inseguridad, inquietud, cambios en el estado de ánimo, problemas de autoestima, relacionados con el rechazo del entorno (2). Aunque este tipo de trastornos se consideran leves, frecuentemente alteran el entorno familiar y educativo del niño y afectan a la calidad de vida de las familias.
La última Encuesta Nacional de Salud publicada (2011) (3) muestra que el 11,4% de los niños de entre 6 y 12 años ha padecido alguna vez algún tipo de trastorno de la conducta, ha sufrido depresión o ansiedad, ha visitado a un psicólogo, psicoterapeuta o logopeda o incluso ha utilizado algún tipo de tranquilizante o relajante para dormir. El Estudio Época (4) es un estudio observacional cuyo objetivo principal fue valorar el impacto sobre el estado de salud y la calidad de vida de los problemas de conducta en niños de entre 6 y 12 años. Los datos del estudio, publicado en el número de octubre de 2015 de la revista Acta Pediátrica, sugieren que existe un alto porcentaje de niños aparentemente sanos que una vez evaluados presentan probables problemas de salud mental, que afectan a su salud, su calidad de vida y la de sus padres. En el estudio participaron 211 pediatras de toda España que recopilaron información sobre 942 niños, cuyos padres consultaron a su pediatra habitual sobre problemas de conducta y aceptaron participar en el estudio. Se llevó a cabo entre mayo de 2014 y marzo de 2015, y los niños realizaron un mínimo de 2 visitas al pediatra: En la primera se determinaron la salud mental, el estado general de salud y la calidad de vida. En base a los problemas expuestos por los padres, el pediatra recomendó la aplicación de aquellas medidas no farmacológicas que consideró adecuadas. La segunda se realizó al cabo 3 meses aproximadamente, y en la misma se realizó un seguimiento de los niños y de la situación familiar. Los resultados fueron comparados con los datos de la última Encuesta Nacional de Salud realizada por el INE.
El estudio mostró que los menores que presentan problemas de conducta en general tienen un peor estado de salud y calidad de vida, mostrando menor talla, peso e IMC que a media del resto de la población de su edad. La mayoría de estos niños seguían una alimentación más desequilibrada, con un consumo más bajo de pescado, verduras y frutas que la media, y más elevado de refrescos con azúcar y snacks. También destaca el hecho que los niños con problemas de comportamiento dormían aproximadamente media hora menos de lo habitual para su edad.
Es fundamental que los pediatras y, en general, los profesionales de la salud, que reciban consultas por parte de los padres sobre problemas de conducta o comportamiento, realicen una evaluación profesional de los mismos y apliquen medidas no farmacológicas que ayuden a reducirlos. En estos casos, puede ser de gran ayuda prescribir una suplementación nutricional que aporte ácidos grasos Omega-3, junto a la psicoeducación, el entrenamiento en el manejo conductual y el apoyo académico. De hecho, en el estudio, los menores que mostraron un mayor grado de mejora fueron aquellos que combinaron otras medidas junto a la suplementación alimenticia con ácidos grasos Omega-3, nutrientes que está comprobado son fundamentales en la dieta para mantener una adecuada función cerebral.
Referencias
1. IM-Farmacias, 15-2-2016
2. Wikipedia. Trastorno por déficit de atención con hiperactividad
3. Encuesta Nacional de Salud de España (ENSE 2011)
4. F. Cachadiña Doménech, J. Ajram Maksound, M.I. Lostal Gracia, C. Esteve Cornejo, A. Santamaría Orleans. Estudio EPOCA sobre el impacto de los problemas de conducta en niños menores de 12 años y sus familias. Acta Pediatr Esp. 2015; 73 (9): 219-228