Entrevista publicada en Diario Sur (30/1/2000) a Gabriel Contreras Alemán, presidente de honor de de la Asociación Española de Médicos Naturistas. “En noviembre cumpliré 90 años. La medicina naturista me curó un problema digestivo”
A punto de ser nonagenario, Gabriel Contreras Alemán no ha perdido la ilusión por seguir aprendiendo y por atender a sus pacientes. Aún ve a algunos enfermos («no cojo ya a nadie nuevo, pero si alguien antiguo me llama, lo recibo») y se mantiene en plena forma. La clave de su vitalidad está en una alimentación sana y en hacer ejercicio físico de manera habitual. Casado y con ocho hijos (dos de ellos médicos), es uno de los especialistas en medicina naturista de mayor prestigio de España. Durante treinta años ejerció como pediatra. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense, se doctoró por la de Granada.
Nació en Librilla (Murcia) el 28 de noviembre de 1920. El día en que se proclamó la II República, el 14 de abril de 1931, estaba interno en el colegio de los Maristas de Murcia. La guerra civil empezó un mes justo después de que él terminase el Bachillerato. Con 17 años fue movilizado y, como él dice, fue soldado rojo. «Mi padre me despidió en la estación llorando. Creía que no me vería más». Un tren de mercancías lo llevó hasta Tembleque, localidad situada al sur de Madrid, desde donde fue conducido a la calle Abascal. «Recuerdo que hasta allí llegaban las balas que disparaban los nacionales desde la Ciudad Universitaria». Posteriormente, lo destinaron a Extremadura. Durante los tres años de contienda vió de todo. «Fue algo terrible», asegura. Una vez finalizada la guerra estuvo prisionero un mes en un campo de concentración. Logró ser liberado gracias a un primo suyo, que era alcalde de Librilla.
Tras recuperarse un poco en su casa, se matriculó en la Facultad de Derecho, pero en seguida se dio cuenta que no era algo para él. Le dijo a su padre («al que se lo debo todo») que o estudiaba Medicina o no estudiaba nada. Hizo el curso preparatorio en Murcia y luego se marchó a Salamanca. Allí, por recomendación de un amigo, conoció a Silverio Palafox, que también cursaba Medicina y con el que consolidó una entrañable amistad que aún se mantiene. Desde que acabó la guerra no se encontraba bien de salud. Su aparato digestivo estaba muy delicado. Gracias a esas dolencias mantuvo su primer contacto con la medicina naturista. Silverio Palafox le dejó un libro titulado ‘La salud’, escrito por el doctor Paul Carton. «Aquello fue un descubrimiento para mí. Lo encontré de una lógica aplastante. Sin embargo, ese tipo de enseñanza no se impartía en las facultades de Medicina».
Tal fue su entusiasmo que decidió acudir a la consulta del doctor Ruiz Ibarra, en Madrid, para que le atendiera de su molestia estomacal a través de la medicina naturista. El tratamiento prescrito consistía en seis u ocho tomas de comida al día, pero de un solo alimento (monodieta), y baños de siento de agua caliente que llegaban hasta la boca del estómago. Esa terapia no sólo le curó, sino que supuso un cambio radical en su mentalidad médica. Le hizo ver que había más cosas aparte de lo que oficialmente se enseñaba en la facultad, con una eficacia que él había probado en su cuerpo. En la capital de España, donde se licenció tras su estancia en Salamanca, fue discípulo de Laín Entralgo, «que enseñaba Historia de la Medicina», y del doctor Marañón, «que era una eminencia en endocrinología», dice. Asimismo, fue a la Escuela Nacional de Puericultura, que dirigía Francisco Zamarriego, lo que le permitió formarse como pediatra.
Comienza a ejercer
Ya con el título en su poder, regresó a Librilla para hacerse cargo de forma provisional de la plaza de médico. Fue su primera experiencia real con pacientes, salvo la que había tenido viendo enfermos de cama en cama acompañando al doctor Marañón. «Mi pueblo tenía unos 1.500 habitantes. Yo era médico por la mañana, por la tarde y por la noche. A cualquier hora me llamaban». Los casi dos años que hizo ese trabajo le resultaron muy valiosos. Fue cuando empezó a aplicar tratamientos de medicina naturista en sus pacientes, «con un porcentaje de curación elevadísimo».
Gabriel Contreras llegó a Málaga en noviembre de 1949. En esa decisión tuvo mucho que ver su amigo Silverio Palafox, que había dado una conferencia en la Sociedad Económica de Amigos del País, y le dijo que aquí había un buen campo para desarrollar la medicina naturista. «Vine a Málaga en plan quijote, porque no conocía a nadie. Al principio, no tenía pacientes. Tuve que estirar al máximo las 25.000 pesetas que traía para mantener a mi familia». El primer enfermo que trató padecía psoriasis. Fue el punto de arranque de una larga trayectoria en su consulta, entonces situada en Muelle Heredia número 10. «No sólo no me arrepiento de haberme establecido en Málaga, sino que fue un acierto».
Para garantizarse unos ingresos fijos, se presentó a unas oposiciones de pediatría. Las superó (obtuvo el número dos) y empezó a trabajar en la Caja Nacional, en la calle Córdoba, labor que realizó durante treinta años, sin dejar nunca su actividad privada como médico naturista. Durante doce años fue presidente de la Asociación Española de Médicos Naturistas. Ahora ocupa la presidencia de honor. Ha recorrido gran parte de España dando conferencias sobre su especialidad. Su libro ‘Medicina naturista, mitos y realidades‘ ha cosechado muchos elogios.
Una de sus vocaciones desde niño es la música. Su abuelo, que era concertista de piano, le enseñó música, solfeo y las primeras nociones de piano. Durante sus dos primeros años en Málaga estuvo matriculado en el conservatorio, donde aprobó tres cursos de solfeo y hasta quinto de piano. Tuvo que dejarlo, porque las horas de estudio eran incompatibles con su trabajo de médico. Ahora ha retomado su formación y todos los días toca dos o tres horas.
Lleva una vida muy sana. Come carne una o, a lo sumo, dos veces en semana y pescado dos o tres veces. En ambos casos, siempre a mediodía, nunca en la cena. Además, toma mucha fruta, verduras, ensaladas… Respecto al alcohol, bebe media copa de un buen vino tinto en la comida, pero no más cantidad. Todos los días hace ‘footing’ durante quince o veinte minutos. «El ejercicio físico es fundamental para tener una buena salud, junto a una alimentación adecuada, no pasando hambre, pero sí evitando los atracones», precisa.
Fuente: Sur.es, 30-1-2010